Cuando un cliente sostiene un producto en sus manos, no es solo un producto en sí, sino que además una compleja red de relaciones, flujos de materiales, trabajo, creatividad y movimiento que tuvieron que organizarse de una manera particular.

Conviene preguntarse entonces, ¿cómo queremos que sea esa compleja red? ¿De qué manera queremos que nuestro producto/marca se desenvuelva dentro de ella y cuál es el impacto que queremos generar, no solo creando innovadoras soluciones a las necesidades de nuestros clientes, sino que pensando en todo el impacto que podemos causar en toda su ciclo, desde la compra de materia prima, el proceso de fabricación, la venta y el consumo.

Es clave tener claridad en como la visión de la empresa, su ética y su propósito, se manifiestan en la toma de decisiones. Las decisiones que se tomen por lo tanto, no son antojadizas y no son guiadas por la búsqueda de beneficios en el conseguir una mejor imagen de marca, sino por una sincera convicción de que es la manera correcta de hacer las cosas. 

Es así como cuando las cuestiones medioambientales al estar en el centro de la empresa y reflejarse en las decisiones que se toman a diario, permiten sostener un relato de marca coherente, que sin duda trae beneficios no solo en términos de impacto, sino también a nivel de audiencias, clientes y otras partes interesadas. 

Creer en el sueño de dejar un mundo mejor del que conocimos, tiene un efecto virtuoso en todo lo que nos rodea. Y participar en una empresa con foco responsable también puede ser el mejor medio para alcanzarlo.